Una dieta con menos sal ayuda así a la salud y la presión arterial

Ya en 1979, un grupo consultivo encargado por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) recomendó que se reconsiderara el estatus de la sal como “generalmente reconocida como segura”. Pero la agencia solo pidió a la industria alimenticia que redujera voluntariamente la sal usada en los alimentos comerciales. Ahora, por lo menos, la cantidad de sodio en los alimentos envasados se ha añadido a las etiquetas nutricionales, lo que da a los consumidores una ventaja si se toman el tiempo de comparar las marcas antes de dirigirse a pagar.

El problema actual de la sal se analiza a fondo en un excelente libro publicado el año pasado, Salt Wars, The Battle Over the Biggest Killer in the American Diet, de Michael F. Jacobson, antiguo director ejecutivo del Center for Science in the Public Interest, un grupo de defensa del consumidor con sede en Washington, D.C.

Sin esperar a un golpe normativo, me dijo Jacobson, “algunas empresas han hecho un verdadero esfuerzo por reducir la cantidad de sodio en sus productos. Hay muchos trucos que las empresas pueden usar”.

Por ejemplo, en su sopa de tomate en lata, Campbell’s sustituyó una cuarta parte de la sal normal por cloruro potásico, con lo que bajó el sodio de 760 a 480 miligramos por taza, sin que ello afectara la aceptación del consumidor. Nabisco redujo el sodio de Wheat Thins, mi galleta favorita, de 370 a 180 miligramos por onza, y General Mills redujo el sodio de Wheaties, el cereal con el que crecieron mis hijos, de 370 a 185 miligramos por onza. Los amantes de los tentempiés crujientes pueden probar Kale & Spinach Tortilla Chips de Abound, la marca de la tienda CVS, de que solo contiene 75 miligramos de sodio por onza (unos 11 chips).

Las empresas han descubierto que reducir gradualmente el contenido de sodio de sus productos y no hacer ninguna fanfarria al respecto, como por ejemplo no afirmar que son “bajos en sodio”, ha fomentado la aceptación de los consumidores. La mayoría de la gente ni siquiera nota el cambio. Pero puede que no tengas que esperar a que las empresas hagan el trabajo. Por ejemplo, puedes reducir la sal de muchos alimentos enlatados, como los frijoles, enjuagándolos en una cernidera. O prueba mi truco de diluir la sal de las sopas enlatadas llenando primero el cuenco o la olla con espinacas frescas y otras verduras de cocción rápida o precocinadas antes de añadir la sopa y calentarla en el microondas o la cacerola.

Si esperas mejorar tu salud al reducir el sodio, un truco es evitar el síndrome de abstinencia. Tanto yo como muchas otras personas hemos comprobado que es relativamente fácil reducir la preferencia por la alta ingesta de sal usando y consumiendo gradualmente menos cantidad. A medida que las papilas gustativas se adaptan, los alimentos con alto contenido en sal que antes disfrutabas probablemente tendrán un sabor desagradable y, por tanto, serán fáciles de resistir.

En la cocina, en lugar de añadir sal al preparar una receta, prueba a salar el producto terminado, lo que probablemente complacerá a tu paladar con bastante menos sal. Condimentar los alimentos con jugos de cítricos, escamas de pimienta picante u otras hierbas y especias picantes puede compensar en gran medida la reducción de sal. También podrías comer menos pan; como categoría, el pan y otros productos de panadería contribuyen más a la ingesta de sodio de los estadounidenses que cualquier otro alimento.


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