Lecciones históricas sobre la resiliencia

Y ahora, Estados Unidos se enfrenta a una pandemia que ha enfermado y matado de manera desproporcionada a los estadounidenses de color, quienes conforman buena parte de la mano de obra esencial pero tienen menos probabilidades de acceder a la atención médica. Mientras los gobiernos federales y estatales gestionan el despliegue de las vacunas, el acceso a las pruebas y al tratamiento, y los paquetes de ayuda económica, es crucial aprender del pasado y dirigir las políticas que reduzcan las desigualdades raciales y económicas que hicieron que la pandemia fuera tan devastadora.

“Si los efectos del racismo y la xenofobia fueran menos sistémicos en nuestra sociedad, probablemente veríamos menos muertes como resultado de la COVID-19”, comentó White. “La intolerancia es, de manera sustancial, mala para la salud pública”.

Aunque las pandemias han reafirmado viejos prejuicios y modos de marginación, también han generado cosas nuevas, especialmente en cuanto al arte, la cultura y el entretenimiento.

La antigua Roma, por ejemplo, estaba atormentada por las epidemias, que se producían cada quince o veinte años durante los siglos IV, III y II a. C., explica Caroline Wazer, escritora y editora que realizó una tesis sobre la salud pública romana. En aquella época, la principal respuesta en materia de salud pública era la religiosa, y los romanos experimentaban con nuevos ritos e incluso con nuevos dioses en un intento por detener la propagación de la enfermedad. En un caso, según Wazer, puesto que una epidemia que se prolongaba durante tres años y el público estaba cada vez más agitado, el Senado adoptó un extraño y nuevo ritual del norte de Italia que consistía en traer “actores para que se presentaran en el escenario”. Según el historiador romano Livio, “así es como los romanos tuvieron su teatro”, dijo Wazer, aunque esa idea ha sido debatida.

Una respuesta espiritual a la enfermedad también provocó un cambio cultural en la Inglaterra del siglo XIV. Recordando las fosas comunes de la peste negra, los británicos temían morir sin un entierro cristiano y pasar la eternidad en el purgatorio, dijo Bailey. Así que empezaron a formar gremios, pequeños grupos religiosos que funcionaban básicamente como “clubes de seguros de entierro”, en los que recaudaban dinero para dar a sus miembros el tratamiento adecuado tras la muerte.


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